Los ovnis, ¿qué son? ¿de dónde vienen? Estrictamente hablando, el término objeto volador no identificado (ovni) se refiere a cualquier objeto aéreo que no sea positivamente identificado como una construcción hecha por el hombre o como algún fenómeno natural conocido. El término en sí implica cierto misterio. En lenguaje común, ovni se usa con frecuencia para denotar cualquier objeto que pudiera ser una nave espacial de una civilización extraterrestre. La frase “objeto volador no identificado”, fue acuñada por el Capitán Edward J. Ruppelt de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. El Capitán Ruppelt condujo una investigación de la Fuerza Aérea sobre el fenómeno en el año 1951. Previamente a la investigación de Ruppelt, los ovnis eran comúnmente llamados “platillos voladores” porque los testigos oculares los describían como objetos en forma de platos. Sin embargo, “platillo volador” rápidamente se convirtió en un término de mofa, debido a un escepticismo generalizado. “Objeto volador no identificado” fue usado por el Capitán Ruppelt para dar a su estudio de la Fuerza Aérea un aire de respetabilidad. Ovni también es un término más preciso porque no todos los objetos voladores no identificados tienen forma de platillos. Cientos de ovnis son reportados cada año a la policía, a los medios de comunicación o a los grupos de investigadores de ovnis. Esos reportes representan sólo una minoría del número total de ovnis realmente vistos, ya que muchos testigos oculares de ovnis no revelan públicamente sus encuentros.
Según los investigadores, aproximadamente entre el 90% y 95% de todos los informes de ovnis reportados resultan ser naves construidas por el hombre o posibles fenómenos naturales. Aproximadamente entre el 1,5% y el 2% son falsos, acompañados con frecuencia de fotografías apócrifas. Aunque los reportes falsos constituyen un pequeño porcentaje de todos los reportes de ovnis, han creado una desproporcionada cantidad de problemas. Las falsificaciones son, de hecho, responsables del desprestigio de los estudios serios sobre los ovnis. Mientras más convincente es el fraude, generalmente hará más daño. Del 3% al 8,5% restante de todos los ovnis reportados parecen ser naves de origen no humano. La mayoría de los investigadores tratan con este último grupo. En el siglo XX raramente se reportaron ovnis en los medios de comunicación antes de 1947; así que mucha gente asume que el fenómeno ovni debe ser relativamente moderno. En realidad los ovnis han sido registrados durante miles de años en todas las partes del mundo. Por ejemplo, en el año 216 a.C, el escritor Julius Obsequens reproduce en su libro Prodigorium liber el siguiente relato: “Cosas similares a barcos fueron vistas en el cielo sobre Italia… En Arpi (Italia) un escudo redondo fue visto en el cielo… En Capua, el cielo era todo fuego, y uno vio figuras parecidas a barcos…”
En el primer siglo después de Cristo, el famoso estadista romano Cicerón relata una noche durante la cual, el sol, acompañado de fuertes ruidos, fue repetidamente visto en el cielo nocturno. El cielo pareció abrirse desgarradoramente y revelar extrañas “esferas”. Los ovnis llegaron a perturbar tanto durante el siglo VIII y XIX, que el emperador Carlomagno se vio obligado a promulgar un edicto prohibiendo que ellos perturbaran el aire y provocaran tormentas. En un episodio, algunos de los súbditos de Carlomagno fueron llevados en una “nave” aérea, señalándoles las maravillas, y luego regresándolos a la Tierra para que una turba enardecida los matara. Aquellas naves molestas también fueron acusadas de destruir cultivos. No sólo han sido vistos los ovnis, también han sido admirados a través de la historia. Las religiones de la antigua Mesopotamia, Egipto y América fueron dominadas por la adoración de “dioses” similares a humanos venidos de los cielos. Se decía que muchos de esos “dioses” viajaban en “barcos” y “globos” volantes. Antiguas declaraciones de este tipo son hoy la base de la teoría moderna de los “antiguos astronautas”, la cual postula que una raza espacial visitó alguna vez a la Tierra y se involucró en los asuntos humanos. Algunos investigadores de ovnis han ido un paso más allá para sugerir que esta raza espacial ha creado y conquistado la sociedad humana muchos miles de años atrás y desde entonces ha mantenido un ojo vigilante sobre sus posesiones.
Para muchos, tales teorías parecen ser pura ciencia-ficción. Sin embargo, estas ideas son el resultado de investigar hechos que han preocupado a los historiadores. ¿Cómo las antiguas civilizaciones del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo, localizadas en sitios opuestos de la Tierra, son tan semejantes unas a otras? ¿Por qué los pueblos de esas civilizaciones remotas desarrollaron notoriamente tan similares creencias religiosas? Una visión ampliamente extendida es que un puente de tierra o hielo surgió una vez en el Estrecho de Bering entre Siberia y Alaska por el cual emigró la gente del Viejo Mundo hacia el Nuevo. Otro de los puntos de evidencia arqueológica es el de que los antiguos fenicios navegaron a través del Océano Atlántico siglos antes que los vikingos escandinavos o Cristóbal Colón. Tales investigaciones concluyen que los fenicios habían adquirido mucha información de la civilización egipcia y los habían trasladado al Nuevo Mundo. Otra hipótesis es que los mismos antiguos egipcios habían navegado a través del océano. A pesar de las evidencias que soportan todas esas posibilidades, ninguna de las teorías encaja completamente con los hechos conocidos. Esto ha conducido a una cuarta teoría, bien expresada en 1919 por el profesor de Oxford y Premio Nóbel, Frederick Soddy: “Algunas de las creencias y leyendas legadas a nosotros por la Antigüedad están tan universalmente y firmemente establecidas que nosotros hemos llegado a acostumbrarnos a considerarlas como si fueran tan antiguas como la humanidad misma. No obstante, estamos tentados a preguntarnos cuán lejanos los hechos de algunas de esas creencias y leyendas que tienen tantos hechos en común es debido a la casualidad y si la similitud entre ellos no puede apuntar a la existencia de una antigua, totalmente desconocida e insospechada civilización de la cual toda otra huella ha desaparecido”.
Cuando surge tal conjetura, mucha gente piensa en los continentes o islas desaparecidas, tales como las legendarias Atlántida y Lemuria. Sin embargo, uno de los contemporáneos del Dr. Soddy, Charles Hoy Fort, hizo una aproximación diferente al tema y especuló con que sociedades extraterrestres estaban envueltas en la prehistoria de la Tierra. Charles Hoy Fort (1874 a 1932) fue un investigador estadounidense, conocido por dedicarse al estudio de hechos supuestamente no solucionados por la ciencia de su época. “El libro de los condenados”, su obra más conocida, es una colección de hechos despreciados por la ciencia ortodoxa. Recopiló y publicó un catálogo con 25 mil entradas de fenómenos inexplicables hasta entonces, que iba clasificando en cajas de zapatos, como son lluvias de ranas, precipitación de grandes trozos de hielo, barro, carne y azufre, nieve negra, bolas de fuego, cometas caprichosos, desapariciones misteriosas, meteoritos con inscripciones extrañas, ruedas luminosas en el mar, lunas azules, soles verdes o aguaceros de sangre. Fort, como los científicos que criticaba, reivindicaba la supremacía de “los hechos”. EL magnífico escritor H. P. Lovecraft consideraba a Fort uno de sus maestros. Y autores de ensayos antropológicos como Pauwels y Bergier reconocen haber utilizado el método fortiano de búsqueda para gestar su obra "El retorno de los brujos".
Charles H. Fort es quizás el más antiguo escritor del siglo XX en sugerir seriamente que los extraterrestres han estado involucrados en los asuntos humanos. Fort empleó muchos años de su vida adulta amasando informes sobre fenómenos extraños aparecidos en diarios científicos, periódicos y revistas. Las historias que él coleccionó eran de sucesos como extrañas luces móviles en el cielo, “lluvias” de animales y otros hechos que parecían desafiar las explicaciones científicas convencionales. Fort concluye que los cielos de la Tierra han sido surcados por una enorme cantidad de naves extraterrestres, a las cuales él denominaba “superconstrucciones”. Fort desarrolló otras teorías como resultado de sus investigaciones, varias de las cuales aún hoy son provocativas. Escribió: “Yo pienso que nosotros somos la propiedad de alguien; Yo diría que nosotros pertenecemos a algo: Que alguna vez hace tiempo, esta tierra era una Tierra de Nadie. Que otros mundos la exploraron y colonizaron y combatieron entre sí por la posesión. Pero que ahora pertenecemos a alguien y todos los demás se fueron”. Fort concluye que la raza humana no posee un status muy alto en relación con los extraterrestres propietarios de la Tierra. Y en referencia al acertijo de porqué ellos (los propietarios de la Tierra) nunca se muestran públicamente, él filosofa: “¿Podríamos nosotros, si quisiéramos, educar y sofisticar cerdos, gansos y reses? ¿Estarían ellos dispuestos a establecer relaciones diplomáticas con gallinas?”.
Fort cree que ha estado ejerciéndose, por parte de los aparentes propietarios de la Tierra, una influencia directa sobre los asuntos humanos: “Yo sospecho que, después de todo, nosotros somos útiles; que entre los reclamantes antagónicos se han establecido acuerdos y que alguien ahora tiene derechos legales sobre nosotros por medio de la fuerza o por haber pagado por nosotros. Todo esto ha sido conocido durante milenios por algunos sobre la Tierra, bien sea por parte de un culto o de una orden, cuyos miembros actúan como cabecillas del resto de nosotros o como esclavos superiores o supervisores, comportándose de acuerdo con instrucciones recibidas en virtud de nuestra misteriosa utilidad”. Fort no especula acerca de cómo puede ser esa “misteriosa utilidad” de la humanidad, excepto para sugerir brevemente que los humanos pueden ser esclavos. Fort piensa que la Tierra ha tenido una prehistoria espléndida: “Pero yo acepto que en el pasado, por todo lo que sé, antes de que fuese establecida la propiedad, los habitantes de otros mundos han venido, cazado, pescado, volado y caminado aquí. A veces han venido solos y otras en grandes cantidades. Han hecho visitas ocasionales o periódicas, para cazar, negociar, reabastecer sus harenes, explotar minas…. Han fundado colonias y se han extraviado aquí; pueblos mucho más avanzados y pueblos primitivos, o cualquier cosa que fueran: unos blancos, unos negros, amarillos otros”. Fort, ciertamente, ha expresado algunas ideas atrevidas. Ellas fueron publicadas en un tiempo en que sencillos biplanos y balones dirigibles volaban por los cielos. Faltaban todavía ocho años para el histórico vuelo de Charles Lindberg atravesando el Océano Atlántico.
Pero es difícil saber las razones de sus visitas y de su elección de los posibles contactos. Tal vez el acercamiento a nuestro planeta forma parte del estudio del terreno y sus habitantes; un fin de carácter científico, con un plan general de observaciones. Las abducciones entrarían en esta finalidad investigativa y de análisis. Nosotros seríamos para ellos simples cobayas. Esto es muy duro para nuestro egocentrismo, pero es una perfecta posibilidad. Por otro lado, al tener una concepción temporal distinta, así como quizá un metabolismo más lento, el contacto se producirá en forma definitiva en el tiempo de ellos y no en el nuestro. Además si "somos nosotros en el futuro", como opinaba Albert Einstein, nunca nos contactaremos con nosotros mismos. Tal vez ellos están en el siglo XXIII y nosotros en el XXI. De todos modos generalmente se ha impuesto la idea de que nos vienen a invadir. Esto ha sido ampliamente explotado en las obras de ciencia ficción. También muchos investigadores indican la asiduidad de observaciones sistemáticas en lugares donde hay centros militares, sistemas de alta tensión, reservas de agua, centros de comunicación, aeropuertos militares, etc.
Investigando libros antiguos, tales como el Ramayana, el Mahabharata, el Drona Parva (todos ellos de la India), el Popol Vuh maya, la Biblia etc..., vemos como en ellos aparecen los Señores, los Dioses, los Elohim, los Arquetipos, los Ángeles; viajando en sus vimanas, en sus nubes resplandecientes y en sus carros de fuego. Estos Señores aparentemente vinieron del espacio exterior y manipularon a nuestra especie. Contactaron con nuestros antiguos Padres, Patriarcas y Profetas. Y su presencia, ha sido una constante en las antiguas culturas y civilizaciones. Investigando la Revelación y la Tradición Bíblica, vemos que personajes como Enoc, Elías, Moisés, Abraham, Lot, Jonás etc..., viven unas experiencias claramente ufológicas y de contacto extraterrestre. El estudio de estas experiencias nos lleva a deducir que probablemente los Ángeles, Señores y Dioses de ayer son los Extraterrestres que hoy día nos visitan. Esta deducción queda reafirmada por la revelación y testimonio que los propios extraterrestres les han dado a algunos contactados de nuestro tiempo. Para ilustrarlo, vamos a analizar algunos fragmentos de los textos bíblicos con respecto a algunos personajes de la antigüedad, explicando las experiencias de algunos contactados durante la historia de la Humanidad. De todos modos, en otras múltiples antiguas culturas en India, China, América, África, etc., podríamos encontrar también múltiples ejemplos.
Investigando el fascinante mundo de la temática extraterrestre, se llega a la evidente conclusión de que, desde la más remota antigüedad, seres venidos del espacio cohabitaron con humanos, modificando nuestra raza o bien se llevaron a sus planetas características genéticas de la nuestra. Es válida para este razonamiento la frase bíblica: “Los hijos de los Dioses se juntaron con las hijas de los hombres y las fecundaron”. Lógicamente de tal unión salimos nosotros, los habitantes del planeta Tierra, que al fin y al cabo terminamos siendo posiblemente mitad terrestres por nuestra madre y mitad extraterrestres por nuestros padres venidos del espacio exterior. Citar, dentro de nuestra cultura judeo‑cristiana, así como en otras, las numerosas vírgenes o mujeres aparentemente estériles que parieron hijos engendrados por seres aparentemente venidos desde el espacio, sería tedioso debido a la gran cantidad de hechos como lo son el caso de Jesús, Zaratrusta, Buda, Moisés, Ana, la madre de María, Noé, etc. Existen bastantes casos de contactados que aseguran que estas fecundaciones provocadas artificialmente no solo se habría dado en remotas etapas de la Historia sino que se viene realizando con cierta asiduidad para completar un supuesto plan trazado por estos Jardineros del Cosmos. Sabemos por otra parte que estamos entrando en la Era de Acuario y que, tal vez, un nuevo hombre debe habitar el nuevo tiempo. Tal vez un hombre que tiene en su memoria genética el programa para el que fue creado por sus supuestos padres celestiales y, probablemente, ahora mismo se está produciendo una intervención por parte de estos seres que, aparentemente, siguen tutelando nuestra marcha evolutiva.
Los extraterrestres, por medio de sus contactados, nos dicen que todo cambio, mutación o programación planetaria viene o parte del Sol. Entonces: ¿Qué pasaría si la longitud de onda y frecuencia del Sol cambiasen? Y suponiendo que se acepte la energía psíquica, prana o principio vital, ¿qué sucedería si dicha energía o código psíquico fuera alterado para la Era de Acuario? Muchos quieren ver el fin del mundo a través de unas inevitables catástrofes que nos aniquilarían, pero existen otras formas de cambio que quizás no se han tenido en cuenta y que seguramente realizarán un cambio en la Humanidad. El investigador Peter Krassa hace referencia a los misterios de la antigua China, donde de nuevo se alude a nacimientos e intervenciones extrañas. Vemos a aquel héroe extraterrestre, que como Hijo del Sol aparece en las leyendas chinas. Como ejemplo tenemos a Huang‑Ti, el Emperador Amarillo, que era hijo de Fu-Pao (Sumiso Bien). Su esposa fue al parecer visitada por un extranjero, pues, según la leyenda, vio ella un gran destello como un remolino en torno a la Osa Mayor y la estrella central brilló con tanta intensidad que iluminó todo el país. Y como consecuencia de que la rozara el rayo luminoso, quedó preñada, y parió al cabo de 25 meses (lo que puede ser un error o deberse a algún hecho desconocido). Es notable el paralelismo con el nacimiento de Jesús, para el que se dice que no intervino ningún hombre. Lo que en la Biblia se identifica como el Espíritu Santo pudiera ser en esa versión china de un rayo luminoso.
En el año vigésimo de su subida al trono, ocurrió un extraordinario fenómeno ante los propios ojos de Huang‑Ti. Aparecieron en el Cielo abigarradas y brillantes nubes, en que una zona de un rojo incandescente se alternaba con una zona verde. La parte roja tenía dos estrellas en medio y la verde solo una como punto central. Según esta leyenda, las tres estrellas brillaban al alba con extraordinario y bello color, por lo que se las llamaba las resplandecientes estrellas. Aún es más misterioso el origen del soberano Yao. Su madre era Ch'ing‑tou y parece que nació en el desierto. Los cronistas cuentan que la mujer estaba rodeada permanentemente por una nube amarilla, que venía de arriba. Una mañana, vino un dragón rojo a Ch'ing‑tou trayéndola un mensaje sellado, así como un retrato. La misiva decía: “El rojo será protegido por el Supremo”. Entonces sucedió que el dragón rojo rozó a la mujer; y ello, en unión de un frío viento, hizo que Ch'ing‑tou quedase embarazada. He aquí también una especie de concepción artificial, semejante a la que el rosario de leyendas de todo el mundo atribuye el nacimiento de los seres divinos. Al cabo de 14 meses llegó Yao al mundo, en Tanling. Es interesante al respecto que Tanling significa “Montículo bermellón” y que la criatura se parecía a aquella imagen que se le había mostrado a Ch'ing‑tou.
En la Biblia vemos que seres del espacio (ángeles) anunciaron y prepararon el nacimiento de uno de los seres que estaría destinado a liderar un plan de liberación para el pueblo hebreo. Me refiero a Sansón, cuyos padres fueron visitados por un Ángel (se supone que un extraterrestre) que les anunció dicho acontecimiento. En Jueces se dice: “Volvieron los hijos de Israel a hacer el mal a los ojos de Yavé, y Yavé los dio en manos de los filisteos durante cuarenta años. Había un hombre de Sora, de la familia de Dan, de nombre Manué. Su mujer era estéril y no le había dado hijos. El ángel de Yavé se apareció a la mujer y le dijo: Eres estéril sin hijos, pero vas a concebir y parirás un hijo. Mira, pues, que no bebas vino ni licor alguno ni comas nada inmundo, pues vas a concebir y a parir un hijo, a cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareno de Dios el niño desde el vientre de su madre y será el que primero librará a Israel de la mano de los filisteos. Fue la mujer y dijo a su marido: Ha venido a mi un hombre de Dios. Tenía el aspecto de un ángel de Dios muy temible. Yo no le pregunté de dónde venía ni me dio a conocer su nombre, pero me dijo: vas a concebir y a parir un hijo. No bebas, pues, vino ni otro licor inmundo, porque el niño será nazareno de Dios desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte”.
“Entonces Manué oró a Yavé, diciendo: Gracias, Señor: que el hombre de Dios que enviaste venga otra vez a nosotros para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer. Oyó Dios la oración de Manué y volvió el ángel de Dios a la mujer de Manué cuando estaba ésta sentada en el campo y no estaba con ella su marido. Corrió ella en seguida a anunciárselo a su marido, diciéndole: El hombre que vino a mí el otro día acaba de aparecérseme. Se levantó Manué, y siguiendo a su mujer, fue hacía el hombre y le dijo: ¿Eres tú el que has hablado a esta mujer?. El respondió: Yo soy. Repuso Manué: Cuando se cumpla tu palabra, ¿cuál ha de ser la conducta y el obrar del muchacho?. El ángel de Yavé dijo a Manué: La mujer que se abstenga de cuanto le he dicho: que no tome nada de cuanto procede de la vid, no beba vino ni otro licor embriagante y no coma nada inmundo; cuanto le mande ha de observarlo. Manué dijo al ángel de Yavé: Te ruego que permitas que te retengamos mientras te traemos preparado un cabrito. El ángel de Yavé dijo a Manué: Aunque me retengas, no comería tus manjares; pero si quieres preparar un holocausto, ofréceselo a Yavé. Manué que no sabía que era el ángel de Yavé, le dijo:¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando tu palabra se cumpla? El ángel de Yavé respondió: ¿Para qué me preguntas mi nombre, que es admirable”.
“Manué tomo el cabrito y la oblación para ofrecérselo a Yavé en holocausto sobre la roca, y sucedió un prodigio a la vista de Manué y su mujer. Cuando subía la llama de sobre el altar hacía el cielo, el ángel de Yavé se puso sobre la llama del altar. Al verlo Manué y su mujer cayeron rostro en tierra y no vieron más al ángel de Yavé. Entendió entonces Manué que era el ángel de Yavé, y dijo a su mujer: Vamos a morir porque hemos visto a Dios. La mujer le contestó: Si Yavé quisiera hacernos morir, no habría recibido de nuestras manos el holocausto y la oblación, ni nos hubiera hecho ver todo esto, ni oir hoy todas estas cosas. Parió la mujerun hijo yle dio el nombre de Sansón. Creció el niño, y Yavé le bendijo, y comenzó a mostrarse en él el espíritu de Yavé en el campo de Dan, entre Sora y Estaol”. Es de notar en el relato anterior que el ángel de Yavé no comía carne y además deseaba permanecer en el anonimato ante el verdadero protagonista. Vemos también como una tecnología superior ha intervenido con un fin bien preciso en ayuda de aquel pueblo que interpretaba, desde su óptica, todo acto incomprensible como un milagro de Dios. Hoy somos capaces de entender que los ángeles de ayer son los extraterrestres de hoy y que nunca estuvimos solos en nuestra marcha por el espacio.
Las misiones de reconocimiento de los dioses “caídos” en sus extrañas “carrozas” fueron también atestiguadas y registradas. Algunos de estos registros han permanecido hasta la actualidad, aunque muchos creen que son puros cuentos de hadas. Más de 30,000 documentos escritos en todo el mundo narran sobre seres avanzados que vinieron a la Tierra o que ya estaban viviendo en la Tierra. Según el Libro de Ezequiel: “Ahora, al ver a las criaturas vivientes, vi cuatro alas sobre el suelo, una por cada una de las criaturas vivientes, con sus cuatro caras. La aparición de las ruedas y su composición eran como el color del ámbar brillante: y todas las cuatro alas tenían una similitud: y su composición era como una rueda en medio de una rueda”. Consideremos solo algunas de las extrañas referencias en las páginas de la Biblia. En el Libro de Ezequiel leemos: “Luego, Eva vio hacia el cielo y vio una carroza brillante venir, guiada por cuatro brillantes ángeles, cuya gloria nadie, nacido de mujer, podría expresar ni ver a la cara, ángeles iban delante de la carroza”. Y según el Génesis: “Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeante y una antorcha de fuego que pasaba …”. Y el Libro de Ezequiel nos explica: “Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban …. Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”.
Los teólogos consideran que los textos sagrados son “la palabra de Dios” que se reveló a unos pocos escogidos. Pero cuando se elimina la simple fe lo que quedan son los propios textos, desprovistos de su carácter sagrado. Y cuando eliminamos la creencia en el carácter sagrado de estos textos es cuando podemos empezar a estudiarlos. En “el apocalipsis de Abraham”, el autor describe a dos seres celestiales que bajan a la Tierra. Estos dos seres celestiales subieron a Abraham a las alturas, pues el Señor quería conversar con él. Abraham cuenta que no eran humanos y que le produjeron mucho miedo. Dice que tenían el cuerpo brillante «como un zafiro»; lo hicieron subir entre humo y fuego, «como con la fuerza de muchos vientos». Cuando llegó a las alturas, vio «una luz gloriosa e indescriptible» y unas figuras grandes que se gritaban entre sí unas palabras «que yo no entendí». Y añade: «Pero yo quería volver a caer a la Tierra; el lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo». Alguien nos está contando en primera persona que quería «volver a caer a la Tierra». Es lógico suponer, por lo tanto, que estaba más alto que la Tierra. Y nadie sin conocimientos científicos modernos podría haber sabido que las grandes estaciones espaciales siempre rotan sobre su propio eje. La gravedad artificial sólo puede conseguirse en el interior de la nave gracias a la fuerza centrífuga provocada por la rotación propia de la nave. Y “el Apocalipsis de Abraham” dice: «El lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo.» Y además Abraham dice que estos seres no eran humanos y que sus ropas brillaban como el zafiro. ¡Sorprendente!
Otra historia sorprendente se refiere a Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, cuando dirigió sus pasos hacia Karnak, centro religioso del dios Amón. Desde el 3.000 a.C., Karnak era un gran centro religioso, con templos, santuarios y monumentos dedicados a Amón. Una de las más impresionantes edificaciones era el templo mandado construir por la reina Hatshepsut, que vivió unos mil años antes de la época de Alejandro. Esta soberana se decía que era hija de Amón, habiendo nacido de una reina a la que el dios visitó escondido también bajo un disfraz. No se sabe que ocurrió en Karnak, pero en vez de conducir sus tropas en dirección al centro del Imperio Persa, Alejandro escogió una pequeña escolta para que lo acompañaran en una expedición hacia el sur. Todo el mundo creyó que el rey iba a efectuar un viaje de recreo, buscando los placeres del amor. Y los historiadores de la época intentaron explicar su extraño viaje describiendo a la mujer que se suponía era su objeto del deseo. Una mujer "cuya belleza ningún hombre vivo conseguiría elogiar de manera suficiente". Se llamaba Candace y era la reina de un país al sur de Egipto, el actual Sudán. Al igual que la historia de Salomón y la reina de Saba, esta vez fue el rey el que viajó hacia la tierra de la reina. Pero en realidad el principal objetivo de Alejandro no era la búsqueda del amor, sino conocer el secreto de la inmortalidad.
Después de una agradable estancia, la reina Candace quiso hacerle un presente de despedida y reveló a Alejandro el secreto de la localización de una "maravillosa caverna donde los dioses se congregan". Siguiendo sus indicaciones, Alejandro encontró el lugar sagrado: “Él entró con algunos pocos soldados y vio una niebla azulada. Los techos brillaban como iluminados por estrellas. Las formas externas de los dioses estaban físicamente manifestadas; una multitud los servía en silencio. De inicio, él (Alejandro) se quedó sorprendido y asustado, pero permaneció allí para ver lo que acontecía, pues avistó algunas figuras reclinadas cuyos ojos brillaron como rayos de luz”. La visión de las enigmáticas figuras reclinadas contuvo Alejandro, ya que no sabía si eran dioses o mortales deificados. Entonces una voz, procedente de una de las figuras, le hizo estremecer: "Saludos, Alejandro, ¿sabes quién soy?”. Alejandro, asustado, respondió: "No, mi señor". Y la voz añadió: "Soy Sesonchusis, el rey conquistador del mundo, que se unió a las filas de los dioses". Se supone que Sesonchusis era el Faraón Senusert, también conocido como Sesostris I, que reinó en el Siglo XX a.C. Sorprendentemente, Alejandro había encontrado a la persona que buscaba. Pero a pesar de que Alejandro estaba muy sorprendido, los habitantes de la caverna no parecían impresionados. Era como si hubiesen esperado su llegada. Entonces Alejandro fue invitado a entrar para conocer al "Creador y Supervisor de todo el Universo". Entró y "vio una niebla brillante como fuego y, sentado en un trono, el dios que una vez había visto siendo adorado por los hombres de Rokôtide, el Señor Serapis".
Alejandro aprovechó la oportunidad para hablar del asunto de su longevidad: "Señor, ¿cuántos años viviré?” No hubo respuesta y Sesonchusis intentó consolar a Alejandro, pues el silencio del dios era suficientemente elocuente. Sesonchusis le contó que, a pesar de haberse unido a las filas de los dioses, "no tuve tanta suerte como tú, ya que nadie se acuerda de mi nombre aunque haya conquistado el mundo entero y subyugado tantos pueblos. Pero tú poseerás gran fama y tendrás un nombre inmortal aún después de la muerte". Y terminó confortando a Alejandro con las siguientes palabras: "vivirás al morir, y así no morirás", queriendo decir que sería inmortalizado en la Historia. Alejandro abandonó las cavernas deprimido y continuó su viaje para buscar consejos de otros sabios en busca de la consecución de su objetivo de escapar al destino de un mortal y de poder seguir los pasos de otros que, antes que él, habían tenido éxito al unirse a los dioses inmortales. Entre aquellos que Alejandro buscaba, y que finalmente encontró, estaba Enoc, el patriarca bíblico de los tiempos anteriores al Diluvio y bisabuelo de Noé. El encuentro se produjo en un lugar montañoso "donde está situado el Paraíso, la Tierra de los Vivos", el lugar "en donde viven los santos". En lo alto de una montaña vio una estructura brillante, de la que se elevaba hacia el cielo una inmensa escalera construida con 2.500 losas de oro.
En una enorme caverna, Alejandro encontró estatuas de oro, cada una en su propio nicho, un altar de oro y dos inmensos recipientes de oro, de unos 20 metros de altura. “Sobre un diván próximo se veía la forma reclinada de un hombre envuelto en una colcha bordada con oro y piedras preciosas y, por encima de él, estaban las ramas de una vid hecha de oro, cuyos racimos de uva estaban formados por joyas”. Allí había un hombre, que se identificó como Enoc, y que le dijo: "No sondees los misterios de Dios". Atendiendo al aviso, Alejandro se marchó para juntarse con sus tropas, pero no antes de recibir como presente de despedida un racimo de uvas que, milagrosamente, alimentó a todo su ejército. En otra versión de la misma historia, Alejandro encontró a dos personajes: El patriarca Enoc y el profeta Elías, que, según las tradiciones bíblicas, jamás murieron. Este acontecimiento ocurrió cuando el rey atravesaba un desierto. Súbitamente su caballo y él fueron tomados por un "espíritu" (¿??) que los transportó a un centelleante tabernáculo (caseta o santuario), donde Alejandro vio a dos hombres. Sus rostros brillaban, sus dientes eran más blancos que leche y sus ojos tenían el fulgor de la estrella matutina. Tenían "gran estatura y buena apariencia". Después de identificarse, le dijeron que "Dios los escondió de la muerte". También le explicaron que aquel lugar era la "Ciudad del Granero de la Vida", de donde brotaba la "cristalina Agua de la Vida". Pero, antes de que Alejandro descubriera más o consiguiera beber el agua, un "carro de fuego" lo arrebató de allí y se encontró de nuevo entre sus tropas. Según la tradición musulmana, mil años después, también el profeta Mahoma fue llevado hacia el cielo montado en su caballo blanco. ¿Debemos considerar el episodio de la caverna de los dioses y otras de las historias sobre Alejandro como pura ficción o estarían basados en hechos históricos?
No se ha encontrado ninguna descripción de cómo Sesonchusis se volvió inmortal. Lo mismo es válido para Elías, el compañero de Enoc en el Templo Brillante, según una de las versiones de la leyenda de Alejandro. Elías es el profeta bíblico que vivió en Israel el siglo IX a.C., durante el reinado de Acab y Ocozias. Como indica el nombre que adoptó (Eliyah - "Mi Dios es Yahvé"), era un seguidor del dios hebreo, cuyos fieles estaban sufriendo persecución por parte de los seguidores del dios cananeo Baal. Después de retirarse a un lugar secreto cerca del río Jordán, donde fue instruido por el Señor, Elías recibió "un manto tejido de vellos" y pudo hacer milagros. Cerca de la ciudad fenicia de Sidon, el primer milagro que realizó fue hacer que un poco de aceite y una cuchara de harina alimentasen toda su vida a una viuda que le había dado refugio. Poco después, necesitó pedir a Dios que resucitase al hijo de esa mujer, que acababa de fallecer víctima de una grave enfermedad. Elías también podía convocar el Fuego de Dios, que servía para castigar a los que sucumbieron a las tentaciones paganas. Las escrituras dicen que Elías no murió en la Tierra, pues "subió al cielo en un torbellino". Según las tradiciones judaicas, Elías continúa siendo inmortal y se le invita a visitar los hogares judíos en la víspera de la Pascua. Su ascenso al cielo está descrito en gran detalle en el Antiguo Testamento.
Tal como es contado en Reyes, no fue un acontecimiento inesperado. Al contrario, se trató de una operación perfectamente planeada, cuyo lugar y hora fueron comunicados a Elías con antelación. El lugar elegido quedaba en el valle del Jordán, en el margen izquierdo del río, probablemente en la misma zona donde Elías fue ordenado como "Hombre de Dios". Cuando en su último viaje partió de Gilgal, Elías encontró dificultad en librarse de su discípulo Eliseo. Durante el camino, los dos profetas fueron repetidamente interpelados por discípulos menores, "los hijos de los profetas", que preguntaban si era verdad que aquel día Dios se llevaría a Elías al cielo. El narrador bíblico explica: “He ahí lo que aconteció cuando Dios arrebató Elías al cielo en un torbellino: Elías y Eliseo partieron de Gilgal. Y Elías dijo a Eliseo: ‘Te quedas aquí, pues Yahvé me envió sólo hasta Betel’; Pero Eliseo respondió: ’Tan cierto como que Yahvé vive y tú vives, no te dejaré! ‘Y descendieron a Betel. Los hijos de los profetas que vivían en Betel salieron al encuentro de Eliseo y le dijeron: ’¿Sabes que hoy Yahvé va a llevar el maestro por sobre tu cabeza?’. Él respondió:’ Sé, pero callaos”. Elías admitió que su destino era Jericó, a los márgenes del río Jordán, y pidió a su compañero se quedara ahí y lo dejara seguir solo. Nuevamente Eliseo rechazó su propuesta e insistió en ir con el profeta. "Y ellos fueron la Jericó. Los hijos de los profetas que vivían en Jericó se aproximaron a Eliseo y le dijeron: ’¿Sabes que hoy Yahvé va a llevar a tu maestro por sobre tu cabeza?’. Él respondió: ’Sé, pero callaos". Contrariado en su deseo de proseguir solo, Elías pidió a Eliseo que se quedara en Jericó y lo dejara ir solo hasta el margen del río. Sin embargo, Eliseo rechazó separarse de su maestro. Animados, "cincuenta hombres de los hijos de los profetas fueron también, pero se quedaron parados a la distancia mientras los dos (Elías y Eliseo) se detenían al borde del Jordán". Entonces Elías tomó su manto, lo enrolló y batió con él en las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, de modo que ambos pasaron a pie enjuto.
Después que pasaron al otro margen, Eliseo pidió a Elías que le fuera dado el espíritu santo, pero antes que pudiera oír una respuesta: “Y aconteció que mientras andaban y conversaban he ahí que un carro de fuego y caballos de fuego los separaron uno del otro y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo miraba y gritaba: ‘!Mi padre! ¡Mi padre! ! El carro y la caballería de Israel! Después no más lo vio...”. Atolondrado, Eliseo se quedó inmóvil por algunos instantes. Después vio el manto que Elías había dejado atrás. Eliseo cogió el manto y volvió al margen del río. Invocando el nombre de Yahvé, batió con él en las aguas y he ahí "que las aguas se dividieron de un lado y de otro y Eliseo atravesó el río". Y los hijos de los profetas, los discípulos que habían quedado en el margen izquierdo del río, en la llanura de Jericó, "lo vieron a la distancia y dijeron: 'El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo!'; vinieron a su encuentro y se postraron delante de él". Incrédulos, a pesar de que lo habían visto con sus propios ojos, los cincuenta discípulos no creyeron que Elías hubiese sido llevado al cielo para siempre. El torbellino del Señor podía haberlo arrebatado y lanzado en algún valle o montaña. A despecho de las objeciones de Eliseo, ellos lo buscaron por tres días. Eliseo entonces habló: "¿No había dicho yo que no fuerais?" Ahora, él sabía muy bien cuál era la verdad: El Dios de Israel había llevado a Elías al cielo en un carro de fuego. El relato del encuentro de Alejandro con Enoc introdujo en la búsqueda por la inmortalidad a un "antepasado inmortal", mencionado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, está en leyendas muy anteriores a la Biblia y ya se conocían cuando ésta fue escrita.
Según la Biblia, Enoc fue el séptimo patriarca prediluviano del linaje de Adán a través de Set, para distinguirlo del linaje maldito de Caín. Él era el bisabuelo de Noé, el héroe del diluvio. Los antiguos relatos judíos dicen que Enoc fue «un rey de los hombres» que reinó durante «doscientos cuarenta y tres años» y que estaba lleno de sabiduría y la comunicó a todos. Según el geógrafo e historiador Taki al-Makrizi fue el constructor de las grandes pirámides de Egipto. Éste cuenta en su obra Hitat que Enoc fue conocido con cuatro nombres diferentes: Saurid, Hermes, Idris y Enoc. El pasaje siguiente está tomado del capítulo 33 del Hitat: “El primero, Hermes, llamado triple por sus atributos de profeta, rey y sabio (...) leyó en las estrellas que había de llegar el diluvio. Entonces mandó que se construyeran las pirámides, y ocultó en ellas tesoros, textos y escrituras y todo lo demás que podría perderse de otro modo, para que se conservase”. Tanto para la teología judía como para la cristiana, Enoc es el séptimo de los diez primeros patriarcas antediluvianos, que fue padre de Matusalén, del que se afirma que alcanzó la increíble edad de 969 años.
Según el Génesis: “Enoc, a la edad de sesenta y cinco años, engendró a Matusalén y, después de haber engendrado a Matusalén, anduvo en la presencia de Dios trescientos años y engendro hijos e hijas. Enoc vivió en total trescientos sesenta y cinco años (es curioso que sea la misma cifra que los días de un año) y anduvo en la presencia de Dios; después no fue visto más porque Dios se lo llevo”. El relato bíblico sobre el personaje de Enoc es muy corto. Pero lo suficiente explícito, para que cualquier investigador, pueda intuir las claras vinculaciones con extraterrestres que se dan en este personaje de la antigüedad llamado Enoc. De este texto se puede deducir que Enoc, después de haber engendrado a Matusalén, mantiene una serie de contactos con Yavé. Todo esto durante un período de tiempo de trescientos años. Estos contactos entre Enoc y Yavé se efectúan cara a cara. Pues el texto es bien explícito: anduvo en la presencia de Dios. El contacto entre ambos personajes no dura trescientos años seguidos, sino que durante este tiempo Enoc es sacado de la Tierra varias veces, para posteriormente ser devuelto a ella.
Así se explica el que pudiera seguir engendrando hijos e hijas: “A la edad de trescientos sesenta y cinco años, Enoc ya no regresa a la Tierra. Así lo afirma el texto bíblico: Después no fue visto más, porque Dios se lo llevo. ¿Vivo? Está claro que fue así, porque si observamos a los personajes antecesores y posteriores a Enoc, veremos como el texto bíblico nos confirma la muerte de cada uno de ellos. Según el Génesis: “Set vivió en total novecientos doce años y murió. Enos vivió en total novecientos cinco años y murió. Cainán vivió en total novecientos diez años y murió. Malaleel vivió en total ochocientos noventa y cinco años y murió. Jared (padre de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y dos años y murió. Matusalén (hijo de Enoc) vivió en total novecientos sesenta y nueve años y murió. Lamec vivió en total setecientos setenta y siete años y murió”. Como vemos, aquí se nos confirma la muerte de estos Patriarcas de la Antigüedad. No ocurre así en el caso de Enoc, donde a la edad de trecientos sesenta y cinco años no fue visto más, o sea que no hubo defunción, porque Dios se lo llevo.
Existe un texto apócrifo titulado El Libro de Henoch (o Enoc), traducido del etíope al inglés por el arzobispo Lawrence, en el año 1.821, que puede aportar cierta luz a nuestras interrogantes. Efectivamente, El Libro de Henoch aun siendo posiblemente un libro iniciático, misterioso, profético o incluso sagrado, contiene algunas visiones o experiencias de Enoc donde se dan unas claras connotaciones ufológicas: “Así, pues, la visión me apareció así: he aquí que unas nubes me llamaron en la visión, y una nube me llamo; y el curso de las estrellas y de los rayos me hicieron apresurar y me desearon; y los vientos, en la visión me hicieron volar, me llevaron a lo alto y me hicieron entrar en los cielos”. Si del texto anterior, cambiamos la palabra nubes por ovnis o naves, podremos deducir que Enoc observa una escuadrilla de nubes, o sea de ovnis. “Y una nube me llamó”, o sea fue subido a un ovni. “Me hicieron volar”, el ovni se puso en marcha. “Me llevaron a lo alto”, la nave ascendió. “Y me hicieron entrar en los cielos”; lo que es lo mismo, posiblemente la nave entró en algún tipo de nave nodriza.
Y continúa: “Y yo, hasta este momento, estaba sobre mi rostro tapado, temblando, y el Señor, por su propia boca, me llamó y me dijo: ven aquí, Enoc y escucha mi palabra”. En este pasaje Enoc, ante la presencia física del Señor (Yavé), se cubre el rostro y se pone a temblar. Pero el Señor lo tranquilizó llamándole por su nombre “ven aquí, Henoch y escucha mi palabra”. O sea, el Señor es un ser con unas características físicas, más o menos sublimadas, pero que emite palabras. Similar experiencia vivió Moisés en el pasaje de la zarza ardiente. Volviendo al tema de Enoc: “En ese tiempo, un torbellino de viento me arrancó de la faz de la Tierra y me depositó en la extremidad de los cielos”. Concreto, y sencillo de trasladar este texto antiguo a la lógica de nuestro tiempo: En ese momento, un ovni me sacó de la superficie de la Tierra y me llevó a otro lugar del Cosmos. “...Después miré y vi, a los cuatro lados del Señor de los Espíritus, cuatro rostros diferentes de los que no duermen, y aprendí sus nombres que medió a decirme el ángel que andaba conmigo y me hacía conocer todos los secretos”. Aquí podemos observar como Enoc es conducido por el ángel (extraterrestre) a la presencia del Señor de los Espíritus (seguramente el jefe de los extraterrestres) y ve a los cuatro arcángeles: Miguel, Rafael, Gabriel y Fanuel. Curiosamente la religión cristiana también hace referencia de estos cuatro arcángeles. Pero es digno de reseñar como miles años antes Enoc es llevado a la propia morada de la Jerarquía Celeste.
Y sigue el relato: “Después me llevaron a un lugar cuyos habitantes son como un fuego ardiente, y que aparecen, cuando quieren, como hombres”. De nuevo Enoc es conducido a otra morada celeste, cuyos habitantes se han sublimado en el mundo astral. Estos seres tienen la facultad de desdoblarse. O sea, pueden estar operando en su real dimensión con toda su luminosidad y magnificencia y a su vez materializar un cuerpo físico y proyectarlo a una dimensión terrestre como la nuestra. ¿Tal vez se tratan de seres de otra dimensión? “Y llegó después que su nombre de Enoc fue elevado, en vida, cerca de este Hijo del Hombre y cerca del Señor de los Espíritus, lejos de los que habitan sobre el árido. Y fue elevado sobre el carro del viento, y el nombre de Enoc desapareció de entre ellos (de los que habitan sobre la Tierra)”. Reveladoras palabras de este texto antiguo. Por fin, podemos intuir a dónde fue llevado Enoc finalmente. Y cómo fue llevado. En este texto apócrifo del Libro de Enoc le es comunicado a nuestro personaje por los ángeles el funcionamiento de nuestro Sistema Solar. Como el Sol y la Luna rigen el día y la noche, el curso de las estaciones y el de los años. Así mismo le comunican, cómo nuestro Sistema solar no esta solo en el Universo, sino que esta conectado a través de las Doce Puertas o signos zodiacales con el espacio exterior de donde recibe las distintas corrientes energéticas que todo el Sistema Solar debe experimentar e influenciando al propio hombre. Tal como nos lo confirma la Astrología.
En el Antiguo Testamento, Enoc sólo aparece en cinco versículos del Génesis. Y al final se dice: «Y Enoc caminó con Dios y no fue visto más, pues Dios se lo llevó.» En hebreo, la palabra enoch significa «el iniciado». Este iniciado se preocupó de que sus conocimientos no desaparecieran sin dejar rastro. Existen dos libros que no están incluidos en el Antiguo Testamento pero que se cuentan entre los textos apócrifos. Los Padres de la Iglesia que recopilaron la Biblia no supieron qué hacer con los textos de Enoc. Los excluyeron porque no los comprendían. Pero la Iglesia de Etiopía no hizo caso de las órdenes de los eclesiásticos que ostentaban el poder, con lo que el libro de Enoc acabó en el canon abisinio. También salió a la luz una variante eslava del mismo libro. La comparación de los dos textos realizada por los especialistas demostró de manera concluyente que ambos procedían de una misma fuente original escrita por un mismo autor, el propio Enoc. El libro de Enoc no sólo está escrito en primera persona, sino que el autor recuerda constantemente su propia autoría. A este respecto podemos citar el siguiente párrafo: “En el primer mes del año trescientos sesenta y cinco de mi vida, el primer día del primer mes, yo, Enoc, estaba solo en mi casa (...) y aparecieron ante mí dos grandes figuras de hombres, como no las había visto nunca hasta entonces sobre la Tierra.... Ésta es la enseñanza completa y verdadera de la sabiduría, escrita por Enoc, su autor (...), y ahora mi hijo Matusalén, te lo digo todo y lo escribo para ti. Te he revelado todas estas cosas y te he transmitido los libros que tratan de ellas. Conserva, mi hijo Matusalén, estos libros de mano de tu padre, y traspásaselos a las generaciones futuras del mundo”. Deducimos que la fuente original procede del Enoc antediluviano pues llama Matusalén a su hijo.
Además, Enoc afirma que estaba despierto y entregó a su familia instrucciones exactas sobre lo que debían hacer durante su ausencia. Tampoco puede haber sido una visión antes de la muerte, pues después de sus conversaciones con los «ángeles» regresó al lado de su familia. Sólo mucho más tarde desaparece entre las nubes en un carro de fuego. Como en el Antiguo Testamento, Enoc relata lo que sucede cuando los ángeles se amotinan. En el libro de Enoc se dice: “Cuando los hijos de los hombres se multiplicaron, les nacieron hijas encantadoras y amorosas. Cuando los ángeles, los hijos del cielo, las vieron, las desearon y se dijeron los unos a los otros: «Tomémonos esposas de entre las hijas de los hombres, para que nos den hijos.» Entonces su jefe, Semiaza, les dijo: «Temo que no llevéis a cabo esto; entonces yo tendría que cargar con la culpa de una gran transgresión.» Entonces, todos le contestaron: «Entonces, pronunciemos todos un juramento y comprometámonos a no renunciar a este plan y a llevarlo a cabo.» De modo que todos pronunciaron un juramento y se comprometieron a ello. Eran todos doscientos, que en los días de Jared bajaron de la cumbre del monte Hermón”.
Esto muestra claramente un motín de «los hijos del cielo». Y lo que sucedió fue lo siguiente: “Todos ellos se tomaron esposas. Después empezaron a tener acceso con ellas y a hacer actos impuros con ellas. Y les enseñaron las artes de la magia y de las hierbas, y les enseñaron el conocimiento de las plantas. Y sus esposas quedaron preñadas y parieron gigantes de 100 varas de alto. Éstos devoraron las provisiones del resto de la gente. Pero cuando no quedó nada más para alimentarlos, los gigantes se volvieron contra la gente y se la comieron. Y empezaron a devorar pájaros, animales salvajes, criaturas que se arrastran y peces, y también se comían y se bebían la carne los unos a los otros. Y la Tierra se quejó en voz alta de estos monstruos”. ¿No os suena a los cuentos sobre Ogros? La escena antediluviana se describe con muchos detalles. Los ángeles que no habían participado en el motín lo observaban todo desde lo alto. Dieron parte al Señor (comandante), y éste decidió: «Toda la Tierra quedará sumergida; vendrá un diluvio de agua sobre la Tierra y destruirá todas las cosas.».
El libro de Enoc es realmente sorprendente por el nivel de detalle que contiene y que no se encuentran en ningún otro texto. Enoc incluso facilita la lista de nombres de los dirigentes del motín así como sus funciones. Pero, ¿qué sucedió con Enoc? El Antiguo Testamento dice que Enoc desapareció sin dejar rastro y subió a las nubes en un carro de fuego. Los antiguos relatos judíos dan más detalles sobre su partida. Los ángeles, al parecer, habían prometido llevarse consigo a Enoc, pero todavía no habían fijado la fecha de la partida. «Me dijeron que viajaría a los cielos, pero todavía no sé cuál es el día en que os dejaré». De modo que Enoc reunió a los suyos a su alrededor y les contó lo que le habían dicho los ángeles. Les dijo especialmente que no ocultasen sus libros ni los guardasen en secreto, sino que se los hicieran accesibles a las generaciones futuras: “Sucedió que, mientras la gente estaba reunida alrededor de Enoc y él les hablaba, levantaron los ojos y vieron la figura de un corcel que bajaba del cielo a la tierra como en una tormenta. Y la gente dijo a Enoc lo que veía, y Enoc les dijo: «Este corcel ha descendido a la Tierra por mí. Ha llegado el momento y el día en que me iré de vuestro lado y no volveré a veros.» Y entonces llegó allí el corcel, y todos los hijos de los hombres lo vieron con sus propios ojos”.
“Estaba claro que los seres celestiales habían informado a Enoc de que el despegue sería muy peligroso para los presentes. Por ello, él intentó apartarlos. Advirtió a los espectadores varias veces que no lo siguieran, «para que no muráis». Algunos titubearon y se apartaron a una buena distancia, pero los más insistentes querían contemplar de cerca la partida de Enoc. Le dijeron: «Te acompañaremos al lugar a donde vayas; sólo la muerte nos apartará de ti.» Como no hicieron caso de sus palabras, él no habló más con ellos, y ellos lo siguieron y no volvieron atrás. Y sucedió que Enoc subió al cielo entre una tormenta, sobre corceles de fuego, en un carro de fuego. Esta ascensión a los cielos produjo la muerte a todos los observadores. Al día siguiente, la gente fue a buscar a los que habían acompañado a Enoc. Y los buscaron en el lugar donde Enoc subió al cielo. Y cuando llegaron al lugar, encontraron la tierra cubierta de nieve y entre la nieve había grandes piedras como de granizo. Y se dijeron entre sí: «Apartemos la nieve y veamos si encontramos a los que acompañaron a Enoc.» Y apartaron la nieve y encontraron a los que habían acompañado a Enoc, muertos bajo la nieve. Buscaron también a Enoc, pero no lo encontraron, pues habla subido a los cielos (...). Esto sucedió en el año 113 de la vida de Lamech, hijo de Matusalén”.
Parece difícil creer que un “dios” misericordioso, o sus enviados, dejaran que centenares de personas, que habían escuchado a Enoc y lo habían acompañado al punto de despegue, quedaban reducidos a cenizas, mientras su maestro Enoc ascendía a los cielos. Enoc ascendió a los cielos entre una tormenta, en un carro de fuego, mientras abajo los receptores de su sabiduría ardían, junto con la tierra y las piedras, y quedaban convertidas en cenizas blancas como la nieve. A este respecto debemos decir que algunos tipos de piedra caliza se ponen blancos como la nieve cuando se someten a un calor elevado. Ninguno de estos hechos: la caída de los ángeles rebeldes, el diluvio, la ascensión de Enoc o el viaje espacial de Abraham encajan con la imagen de un Dios misericordioso. Además, ¿por qué un Dios omnipresente tenía que llamar a su presencia a Abraham para hablar con él? Si era omnisciente debería saber lo que pensaba y sentía Abraham. En este caso, ¿para qué se necesitaba una nave espacial que rotaba sobre su eje por encima de la Tierra? Parece claro que el Dios que se describe en estos textos no parece ser el Creador omnipresente al que veneran las religiones. Parece más razonable pensar en viajeros extraterrestres. Bajo esta perspectiva podemos entender entonces las actitudes “tan humanas” de estos ángeles caídos, tales como sus impulsos sexuales. Podemos también entender entonces las causas del diluvio y del deseo del «dios» de comunicarse con seres humanos determinados; y asimismo podemos entender por qué murieron quemadas las muchas personas que no hicieron caso de las advertencias de Enoc. Así resulta comprensible, así mismo, el miedo de la gente al día del juicio, a algún tipo de ajuste de cuentas universal. Pues «dios» había prometido regresar.
“...Y mientras tanto, los ángeles trabajaban los bosques, y cuando los ángeles hayan acabado esta obra, yo extenderé mi mano sobre ella, y yo la guardaré, y la raza de vida saldría de ella”. Existe un texto antiguo titulado Apócrifo del Génesis que fue encontrado entre los documentos del Qumran o Papiros del Mar Muerto, donde se contiene, en forma magistral, la manipulación genética efectuada por los extraterrestres en la persona de Noé. El texto dice: “Después de un tiempo, su hijo Matusalén tomó una mujer para su hijo Lamec. Ella concibió y engendró un hijo, cuya carne era blanca como la nieve y rosada como una rosa; sus cabellos limpios como la nieve; sus ojos tan bellos que cuando los abría brillaban más que el Sol. Apenas depositado por la partera en su lecho, abrió su boca y levantó su voz al Señor de la Justicia (Adonai). Su padre Lamec, tuvo temor de este hijo tan singular y fue a buscar a Matusalén, su propio padre, y le dijo: ‘He puesto en el Mundo un niño diferente a todos los demás. No es como los hombres, se asemeja más a los hijos del cielo. Su naturaleza es diversa de la nuestra”. Como podemos observar, de este párrafo se desprende una clara diferenciación genética entre este niño y sus semejantes, hecho que es constatado por su padre y abuelo y que, a su vez, crea dudas en Lamec. Este niño aquí nacido no es otro que Noé, que jugó un papel decisivo en la continuidad selectiva del género humano. Es evidente que el personaje y su papel histórico tuvo que estar revestido de ayuda extraterrestre.
Sigue luego el texto: “... Y entonces yo pensé dentro de mí, que ella había concebido por obra de los vigías celestes y que por los ángeles había sido instruida. Por eso mi corazón cambió dentro de mi con respecto a este niño”. Aquí se desprende el perfecto conocimiento de los Patriarcas antiguos de estas intervenciones genéticas, que han hecho posible el nacimiento del hombre actual. La Biblia sitúa a nuestro personaje Noé dentro de un momento histórico importante y a su vez decisivo para la humanidad como es el Diluvio Universal. Efectivamente, siguiendo el texto bíblico, podemos ver como Noé y su familia, junto a una representación de las demás especies, es preservado de las aguas mediante el Arca, bajo la tutela de Yavé. Ahora bien. ¿Fue realmente un Diluvio?. Son varios los contactados actuales que, a través de revelación extraterrestre, afirman que una de las causas del hundimiento de la Atlántida fue la caída de una segunda luna que orbitaba alrededor de la Tierra. El impacto de este satélite, aparte de hundir el continente atlante, seguidamente provocó crisis periódicas de asentamiento con oscilaciones ondulatorias de Este hacia Oeste y viceversa, produciendo flujos y reflujos de las aguas de los océanos y de los mares, provocando olas gigantes de una altura superior a los 175 metros, con un poder de penetración en la superficie terrestre de muchos kilómetros.
Según estos relatos, no fue, por tanto, la lluvia la que provoco esta calamidad global. ¿Fueron los habitantes del Arca de Noé los únicos sobrevivientes? Creemos que no, ya que así lo atestiguan en sus escritos sagrados varias razas y culturas. Asimismo, los indios americanos también fueron advertidos o evacuados con todos sus enseres, sobre las altas cimas de la cordillera andina y sobre las altiplanicies mejicanas. Parece ser que sobrevivientes de la Atlántida se trasladaron a Egipto, dando lugar a la esplendorosa civilización y convirtiéndose en foco de sabiduría y conocimiento. En sus templos y escuelas de iniciación aprendieron personajes como Platón o Pitágoras. Pero sigamos con Noé. En el Génesis se dice: “Hazte un Arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y calafatéala con pez por dentro y por fuera. Estas serán sus dimensiones: trescientos codos de largura, cincuenta de anchura y treinta de altura. Entrarás tú en el Arca y contigo tus tres hijos y tu mujer y las mujeres de tus hijos. De todos los seres vivientes meterás contigo en el Arca dos individuos de cada especie, macho y hembra, para que se salven contigo”.
Yavé ordena a Noé la construcción de un Arca y lLe da las instrucciones pertinentes para abordar el proyecto. Asimismo le ordena que, una vez construida el Arca, deberá hacer entrar en ella, aparte de su familia, una pareja de cada especie. Este vasto y ambicioso proyecto, de ninguna manera pudo ser realizado solamente por Noé y sus tres hijos. Más bien se supone que todo un colectivo extraterrestre estuvo trabajando, con su alta tecnología, para hacer viable tan magno proyecto. El Arca, ¿era una enorme barcaza o pudo ser otra cosa. Por ejemplo, un tipo de submarino? Continuando con el Libro de Enoc, leemos: “En estos días, la palabra del Señor del Universo me fue dirigida y él me dijo: Noé, tu destino ha llegado junto a mí, un destino en el que no hay reproche, un destino de amor y de equidad. Y mientras tanto, los ángeles trabajaban los bosques. Y cuando los ángeles hayan acabado esta obra, yo extenderé mi mano sobre ella, y yo la guardaré, y la raza de vida saldrá de ella”. En el primer versículo, el Señor del Universo (Yavé), ensalza el buen comportamiento de Noé y cómo éste está lleno de amor y rectitud. Altamente reveladoras son las palabras del segundo versículo donde se puede apreciar una clara alusión al tema del Arca.
Para la interpretación de este texto podemos considerar que los ángeles (extraterrestres), trabajan y elaboran la madera de los bosques para la construcción del Arca. Cuando ésta esté ultimada deberán meter dentro de ella a todo el colectivo animal y la ingente cantidad de alimentos y forrajes para alimentar a todas las especies. Tarea ardua y problemática al tratarse supuestamente de una enorme barcaza. Después, una vez el Arca esté sobre las aguas, será vigilada y tutelada por Yavé. Para al final, salir de ella Noé con su familia y todo el colectivo animal. Pero también sería posible que los ángeles estén en los bosques buscando y recogiendo las especies animales para llevarlos a un centro de operaciones o base, donde se encontraría ubicada una grandiosa astronave (Ovni), tal vez con comportamiento anfibio (parecido a la historia de Jonás y la ballena). De todos modos, a lo mejor el Arca estuvo volando por encima de la Tierra en lugar de flotar o sumergirse en las aguas. Pero sigamos con la interpretación del texto del Libro de Enoc: ”...Y cuando los ángeles hayan acabado esta obra (es decir, cuando los extraterrestres hayan concluido esta operación de recolección y salvamento). ...Yo extenderé mi mano sobre ella, y yo la guardare”; aquí Yavé es más explícito, pues nos dice como él, de forma personal, estará al frente de esta operación de salvamento. Y asimismo, va a tutelar las evoluciones del Arca o astronave sobre las aguas. Y nos afirma que la salvará, o sea, que la operación será un éxito:”Y la raza de vida saldría de ella”. O lo que es lo mismo, la vida, tanto humana representada en Noé y su familia, como la animal, será preservada bajo la tutela extraterrestre.
El quinto capítulo del Génesis da la lista de las genealogías de esos patriarcas, las edades en que tuvieron a sus primogénitos y la edad en que murieron. Sin embargo, Enoc es una excepción. No existe ninguna mención sobre su muerte. Explicando que él "anduvo con Dios", el Génesis afirma que, a la edad de 365 años, curiosamente el número de días del año solar, Enoc "desapareció" de la Tierra, "pues Dios lo arrebató". Los comentaristas judíos frecuentemente citaron fuentes más antiguas que parecían describir el real ascenso al cielo de Enoc, donde fue transformado en Metatrón, el "Príncipe del Semblante" de Dios, y que se quedaba postrado atrás de Su trono. Según esas leyendas, cuando Enoc fue llamado a la casa del Señor, un caballo de fuego vino a recogerlo. En aquella época, el patriarca predicaba virtud al pueblo. Cuando el pueblo vio el caballo flamante descendiendo del cielo, pidió una explicación a Enoc, que les dijo: "Sepan que llegó la hora de dejarlos y subir a los cielos". Pero, cuando montó el caballo, el pueblo intentó evitar su partida y lo siguieron durante una semana. "Entonces, el séptimo día, un coche de fuego tirado por ángeles y caballos flamantes descendió y arrebató Enoc". Mientras el patriarca subía, los ángeles se quejaron al Señor: "¿Cómo puede un hombre nacido de mujer ascender a los cielos?". Dios destacó la piedad y devoción de Enoc y abrió para él las Puertas de la Vida y de la Sabiduría, y lo vistió con una ropa magnífica y una corona luminosa. Como en otros casos, las referencias más críticas en las escrituras muchas veces sugieren que el antiguo redactor partía de la hipótesis de que el lector conocía otros textos más detallados sobre el tema en cuestión. Existen menciones explicitas a esos escritos, tales como el "Libro de la Virtud" o "El Libro de las Guerras de Yahvé", por lo que se supone deben haber existido realmente, pero seguramente se han perdido.
En el caso de Enoc, el Nuevo Testamento amplía la información, diciendo que el patriarca fue "llevado por Dios a fin de escapar de la muerte" y mencionando el propio testimonio de Enoc, dictado por él antes de ser "arrebatado" para la inmortalidad. La Epístola de San Judas, hablando de las profecías de Enoc, hace referencias a textos escritos por el patriarca. Asimismo, varios escritos cristianos también contienen referencias similares. De hecho, circulan desde el siglo II a.C. diferentes versiones del Libro de Enoc. Cuando durante el siglo XIX fueron analizados los manuscritos, los expertos concluyeron que provenían básicamente de dos fuentes. La primera, llamada Libro Etíope de Enoc, que es la traducción al griego de un original en hebreo. La otra, llamada II Enoc, es una traducción de un original griego cuyo título era El Libro de los Secretos de Enoc. Escrito en primera persona, El Libro de los Secretos de Enoc parece explicar claramente la visita a algún tipo de gran nave espacial con distintos compartimentos y comienza en una fecha precisa y en un lugar determinado: “El primer día del primer mes del año 365 yo estaba sólo en mi casa, reposando en mi lecho, y adormecí... Entonces surgieron delante de mí dos hombres muy altos, como yo jamás viera en la Tierra. Tenían el rostro brillante como el sol, los ojos eran como candelas y fuego salía de sus labios. Las ropas que usaban parecían de penas, los pies eran morados. Sus alas eran más brillantes que el oro y las manos más blancas que la nieve. Ellos estaban junto a la cabecera y me llamaron por el nombre”. Como Enoc dormía cuando esos extraños seres llegaron, él insiste en decir que se despertó: "Vi claramente esos hombres parados delante de mí".
El patriarca los saludó, asustado, pero los dos seres lo tranquilizaron: “Alégrate, Enoc, no te asustes. El Dios Eterno nos mandó aquí y hoy tú ascenderás con nosotros al cielo”. Los dos dijeron entonces a Enoc que despertara a su familia y los criados, dándoles órdenes para no buscarlo. El patriarca obedeció, aprovechando la oportunidad para instruir sus hijos sobre el camino de la virtud. Entonces llegó la hora de la partida:”Cuando terminé de hablar con mis hijos, los dos hombres me llamaron, me tomaron en sus alas y me colocaron en las nubes; y he ahí que las nubes se movieron... Subiendo más, vi el aire y, más alto aún, el espacio celeste. Inicialmente ellos me pusieron en el Primer Cielo y me mostraron un mar inmenso mayor que el terrestre”. Ascendiendo al cielo en "nubes que se movían", Enoc fue transportado al Primer Cielo, donde "doscientos ángeles gobiernan las estrellas", y enseguida fueron al sombrío Segundo Cielo. De ahí él fue para el Tercero, donde le mostraron: “Un jardín agradable a la vista, bellos y perfumados árboles y frutos. En medio de él queda un Árbol de la Vida - en el lugar donde Dios reposa cuando viene al paraíso”. Impresionado con la magnificencia del árbol, Enoc intenta describir el Árbol de la Vida con las siguientes palabras: "El es más bello que cualquier cosa ya creada; en todos sus lados parece hecho de oro y carmesí, y es transparente como el fuego". De las raíces salían cuatro ríos que vertían miel, leche, vino y aceite (¿una máquina suministradora de alimentos?), y ellos descendían de ese paraíso celeste para el Jardín del Edén haciendo una vuelta en torno a la Tierra. Ese Tercer Cielo y su Árbol de la Vida eran guardados por trescientos ángeles "muy gloriosos" y era allí que quedaba situado el Lugar de los Justos y el Lugar Terrible, donde los malos sufrían torturas.
Subiendo al Cuarto Cielo, Enoc pudo ver luces y varias criaturas formidables, además de la “hueste” del Señor. En el Quinto Cielo, más "huestes"; en el Sexto, "grupos de ángeles que estudian la evolución de las estrellas". Alcanzando el Séptimo Cielo, donde los mayores ángeles andaban apresuradamente de un lado para el otro, Enoc vio a Dios de lejos, sentado en su trono. Los dos hombres alados y su nube móvil (¿un tipo de ascensor?) colocaron al patriarca en la frontera del Séptimo Cielo y partieron. Entonces el Señor mandó al ángel Gabriel que fuera a recibirlo y lo trajera a su presencia. Durante 33 días Enoc fue instruido sobre todo el conocimiento y los acontecimientos del pasado y del futuro. Después de ese periodo, un ángel "con fisonomía muy fría" lo devolvió a la Tierra. En total Enoc se ausentó sesenta días de la Tierra. Y este retorno se le permitió para poder enseñar a sus hijos las leyes y mandamientos. Treinta días después, el patriarca fue llevado nuevamente al cielo, esta vez para siempre. Escrito como testamento personal y como reseña histórica, el ”Libro Etíope de Enoc”, cuyo título original probablemente era “las Palabras de Enoc”, describe no sólo los viajes al cielo sino también un viaje por los cuatro confines de la Tierra. Mientras viajaba a los confines Norte de la Tierra, el patriarca avistó "un grande y glorioso artefacto", cuya naturaleza no es descrita. Y en ese lugar, así como en los confines Este de la Tierra, vio "tres puertas del cielo dentro del cielo", a través de los cuáles se veía granizo y nieve."De ahí fui para los confines sur de la Tierra y allá, por los portales del cielo, salían el rocío y la lluvia”. Enseguida, Enoc fue a ver las puertas occidentales, a través de los cuales pasaban las estrellas siguiendo su curso.
Sin embargo, los principales misterios y secretos del pasado y del futuro sólo fueron revelados la Enoc cuando llegó "por la mitad de la Tierra" y al Este y Oeste de ese punto. El "medio de la Tierra" u ombligo del mundo era el lugar del futuro Templo Sagrado de Jerusalén. En su viaje al Este de ese lugar, Enoc llegó al Árbol del Conocimiento y, hacia el Oeste (¿Atlántida?), le fue mostrado el Árbol de la Vida. En el viaje hacia el Este, Enoc pasó por montañas y desiertos, vio cursos de agua saliendo de picos rocosos cubiertos de nieve y hielo ("agua que no corre") y árboles perfumados. Siguiendo cada vez más hacia el Este, se encontró en las montañas que rodean el mar de Eritrea (mar Rojo y el mar de Arabia) y entonces Zotrel, el ángel que guardaba la entrada al paraíso, le permitió entrar en el Jardín de la Virtud. En este jardín, entre magníficos árboles, avistó el Árbol del Conocimiento. Era tan alto como un pino, con hojas parecidas a la del algarrobo y frutos como los racimos de una vid. Es curiosa la similitud de esta descripción con la del muérdago, la planta sagrada de los druidas. El ángel que acompañaba a Enoc le explicó que aquél era exactamente el árbol cuyo fruto Adán y Eva habían comido antes de que fueran expulsos del Jardín del Edén. En su viaje hacia el Oeste, Enoc llegó a "una cadena de montañas de fuego, que ardían día y noche" (se supone que era una zona volcánica activa, lo cual puede coincidir con algunas descripciones de la Atlántida). Más adelante llegó a un valle rodeado por seis montañas separadas por profundas y angostas quebradas. Una séptima montaña se elevaba entre ellas "pareciendo un trono, toda cercada de árboles aromáticos; entre ellas había uno cuyo perfume yo jamás hube sentido... y sus frutos eran como los dátiles de una palmera". ¿Podría ser una pirámide o zigurat?
El ángel que acompañaba a Enoc le explicó que la montaña del medio era el trono "donde el Gran Santo, el Señor de la Gloria, el Rey Eterno irá a sentarse cuando viniera a la Tierra". Y con respecto al árbol, cuyos frutos parecían dátiles, dijo: “Cuanto al árbol perfumado, ningún mortal tiene permiso de tocarlo hasta el Gran Juicio...Sus frutos serán alimento para los electos... Su aroma estará en sus huesos. Y ellos tendrán vida larga en la Tierra”. Fue durante esos viajes que Enoc vio "que los ángeles recibían largos cordones, que cogían sus alas y que partían hacia el Norte". Cuando preguntó lo que estaba aconteciendo, el ángel acompañante le dijoó: "Ellos partieron para medir... traerán las medidas de los justos para los justos y las cuerdas de los justos para los justos... todas esas medidas revelarán los secretos de la Tierra". Terminado su viaje por todos los lugares secretos de la Tierra, llegó la hora de Enoc para partir hacia el cielo. Y fue llevado a una "montaña cuya cumbre alcanzaba el cielo" y para un País de las Tinieblas (¿cavernas?). Y ellos (los ángeles) me llevaron a un lugar donde los que allá estaban eran como fuego flamante y, cuando deseaban, aparecían como hombres. Y ellos me llevaron hacia un lugar de tinieblas y para una montaña cuyo pico llegaba al cielo. Y yo vi la cámara de los luminares, los tesoros de las estrellas y del trueno en las grandes profundidades, donde había un arco y flechas flamantes con su aljaba, una espada flamante y todos los rayos”.
En el caso de Alejandro, la inmortalidad escapó de sus manos porque él fue a buscarla en contra de su destino. Sin embargo, Enoc, como después los faraones, viajaba bajo la bendición divina. Por esta razón fue considerado digno de proseguir y por eso "ellos me llevaron al Agua de la Vida". Continuando adelante, el patriarca llegó a la Casa de Fuego: “Entré hasta aproximarme a una pared hecha de cristales y cercada de lenguas de fuego, lo que me causó miedo. Avancé por entre las llamaradas y llegué cerca de una gran casa hecha de cristales. Las paredes y el suelo eran un mosaico de cristal. El techo parecía el camino de las estrellas y de los rayos, y entre ellos se veían flamantes querubines y su cielo era como agua. Un fuego resplandeciente cercaba las paredes y los portales ardían con fuego. Entré en esa casa y ella era caliente como el fuego y fría como el hielo...Miré hacia dentro de ella y vi un imponente trono. Parecía de cristal y sus ruedas eran como el sol brillante, y hubo la aparición de querubines. Y, por abajo del trono salían ríos de fuego, de modo que no pude mirar atrás de él”. ¿Podría tratarse de la descripción de una gran y espectacular nave espacial?
Después de alcanzar el "Río de Fuego", Enoc fue llevado hacia el cielo. Entonces pudo ver toda la Tierra - "las desembocaduras de todos los ríos de la Tierra... todos los marcos de frontera de la Tierra... y los vientos cargando las nubes". Una perfecta descripción de la Tierra por parte de alguien que viaja al espacio. Subiendo más, se quedó “donde los vientos que estiran las bóvedas de la Tierra y tienen su estación entre el cielo y la Tierra”. “Vi los vientos del cielo que giran y traen la circunferencia del Sol y de todas las estrellas”. Siguiendo "los caminos de los ángeles", Enoc llegó a un punto del "firmamento del cielo arriba", desde el que pudo ver "el fin de la Tierra". Se supone que debía estar a una gran distancia de la Tierra. De ese lugar, consiguió avistar la expansión de los cielos (¿?) y "siete estrellas como grandes montañas centelleantes", "siete montañas de magníficas piedras". Del punto donde observaba esos cuerpos celestiales, "tres quedaban para el Este, en la región del fuego celeste", y fue allí que el patriarca vio "columnas de fuego" subiendo y bajando, erupciones "además de cualquier medida, tanto en anchura como largura". En el otro lado, los tres cuerpos celestiales estaban "para el Sur" y allí Enoc vio "un abismo, un lugar sin firmamento del cielo sobre él y ninguna tierra firme debajo... un vacío, un lugar preocupante" (¿?). Cuando pidió una explicación al ángel que lo transportaba, oyó: "Allá los cielos fueron completados... es el fin del cielo y de la Tierra, una prisión para las estrellas y huestes del cielo". (¿Un agujero negro?). La estrella del medio "llegaba al cielo como el trono de Dios" (¿una galaxia?). Daba la impresión de ser de alabastro "y la cúpula del trono parecía hecha de zafiro". La estrella era como "un fuego flamante".
Continuando el relato sobre su sorprendente viaje a los cielos, Enoc dice: "Proseguí hasta donde las cosas eran caóticas y allá vi algo terrible". Lo que lo impresionó fueron "estrellas del cielo amarradas unas a las otras". Realmente parece que esté describiendo los bordes de un agujero negro en una galaxia, en donde efectivamente las estrellas se concentran. El ángel explicó: "Son las estrellas del cielo que transgredieron el mandamiento del Señor y están presas aquí hasta que pasen 10 mil años". El patriarca entonces finaliza su increíble historia: "Y yo, Enoc, solo vi la visión, el fin de todas las cosas, y ningún hombre los verá como yo". Después de recibir todo tipo de conocimientos en el reino celestial, fue devuelto a la Tierra para transmitir esas enseñanzas a los otros hombres. Por un periodo de tiempo no conocido, "Enoc permaneció escondido y ningún hijo de hombre sabía donde él vivía o lo que había sido de él". Sin embargo, cuando el diluvio se aproximaba, Enoc escribió sus enseñanzas y aconsejó a su bisnieto Noé ser virtuoso y digno de salvación. Cumplida esa obligación, el patriarca una vez más "fue elevado de entre aquellos que habitaban la Tierra. Él fue llevado para lo alto en la Carroza de los Espíritus y desapareció entre ellos".
Aún más sorprendente es el caso de Abraham (o Abram) y Lot durante la destrucción de Sodoma y Gomorra. Según se narra, varias astronaves relucientes de grandes dimensiones se ponen en la vertical de ambas ciudades y lanzan un potente rayo (¿armas atómicas?) destruyendo todo vestigio de vida en la zona, incluida la mujer de Lot. Abraham es contactado por Yavé, que le hace emigrar desde Jarán hasta Canán. Allí establece con él un pacto o alianza. Esta alianza consistía se mantendría para la descendencia de Abraham. Se supone que ellos serían los guías o gobernantes del resto de los pueblos. Por ello, cuando se planeó la destrucción de Sodoma y Gomorra, Abraham y su familia tuvieron que ser preservados de esta destrucción, para así poderse realizar el pacto o programa extraterrestre. Pero veamos en el texto bíblico los distintos pasos de este gran contactado de la antigüedad llamado Abraham.
En el Génesis se dice: “Yavé dijo a Abram: sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre y vete al país que yo te indicaré. Tomó consigo a Sara, su mujer, y a Lot, su sobrino, con todas las cosas que poseía y los siervos adquiridos en Jarán. Y así se pusieron en camino hacia la tierra de Canán... Apareciose Yavé a Abram diciéndole: A tu posteridad daré yo esta tierra. Como podemos observar, de nuevo Yavé (extraterrestre) de una forma personal, se dirije a este nuevo patriarca (contactado) llamado Abraham. Este es elegido por Yavé entre todo un colectivo humano, para realizar una misión específica. Efectivamente, Abraham, hombre de gran evolución y cierto carisma, en su tierra natal Ur (tierra de caldeos) no había aceptado los ídolos y ritos de aquellos pueblos. Pues desde su juventud, ya traía arraigada la idea del Dios Único. Por este motivo Yavé lo elige y hace que se dirija hacia la tierra de Canán. Esta era una tierra programada. Era la tierra prometida. En la que posteriormente debería asentarse el pueblo de Israel o pueblo elegido. Y así Yavé se lo promete: A tu posteridad daré yo esta tierra”.
Esta promesa se confirma en el siguiente texto del Génesis: “Entonces Yavé le dijo: Sabe ya desde ahora que tus descendientes morarán como extranjeros en una tierra extraña, en la que serán esclavos y se verán oprimidos durante cuatrocientos años; pero yo juzgaré al pueblo al que habrán servido y después saldrán de él con mucha hacienda”. Aquí Yavé le anuncia a Abraham cómo su descendencia vivirá durante cuatrocientos años de esclavitud en Egipto. De allí surgirá un nuevo contactado llamado Moisés, que bajo la guía y tutela extraterrestre sacará al pueblo de Israel de Egipto y lo establecerá definitivamente en la tierra de Canán o tierra prometida. También en el Génesis se explica un comportamiento más propio del trato con seres humanos que divinos: “Se apareció Yavé a Abraham junto al encinar de Mambré, estando él sentado ante su tienda durante el calor del día. Alzados los ojos miró y he aquí que vio tres hombres que estaban de pie cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, y postrándose en tierra dijo: Mi señor, te lo ruego, si he hallado gracia a tus ojos, no pases sin detenerte con tu siervo. Se os traerá un poco de agua, os lavareis los pies y reposareis a la sombra de este árbol. Yo voy a buscar un bocado de pan y así os repondréis antes de pasar adelante, porque no por nada habéis pasado cerca de vuestro siervo. Ellos respondieron: Haz como has dicho”.
“Abraham fue rápido a la tienda de Sara y le dijo: Toma presto tres medidas de harina, amásala y haz panecillos. Entretanto él corrió al establo, tomó un becerro tierno y cebado y se lo dio a su siervo, que a toda prisa fue a prepararlo. Tomó después manteca y leche y el becerro ya aderezado y se lo presentó a ellos. Él se quedó de pié junto a ellos bajo el árbol, mientras comían. Ellos le preguntaron: ¿Donde esta Sara, tu mujer? A lo que respondió: Está en la tienda. Uno de los huéspedes prosiguió: Dentro de un año volveré a ti. Para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo. Sara escuchaba a la entrada de la tienda detrás del que hablaba. Abraham y Sara eran viejos y a Sara le habían cesado ya los ciclos menstruales. Se rió Sara pensando para sí: ¿Después de haber envejecido he de conocer el placer, siendo mi marido también viejo?. Más Yavé le dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciéndose: ¿Podrá ser verdad que he de parir siendo tan vieja?,¿Hay algo difícil para Yavé?. Ciertamente volveré de aquí a un año y Sara tendrá un hijo. Habiéndose levantado, marcharon en dirección de Sodoma. Abraham iba acompañándolos”.
Elocuente y significativo este texto bíblico, que nos muestra claramente un contacto entre Abraham y un pequeño colectivo extraterrestre. El contacto se inicia con la postración en tierra de Abraham, delante de Yavé. Le llama Mi Señor, lo cual indica un reconocimiento y una aceptación del rango y jerarquía de Yavé. La naturaleza humana de estos tres seres que contactan con Abraham no admite paliativos. Pues Yavé y los dos ángeles son invitados por Abraham a comer. Y de hecho comieron pan, carne, manteca y bebieron leche. ¿Pero cuáles eran los motivos reales de esta visita de Yavé y sus acompañantes?. Este Dios extraterrestre (Yavé) es quién le anuncia a Abraham que tendrá un hijo (Isaac). Tal vez necesario para ir preparando el nacimiento futuro de Jesús. Yavé dice a Abraham que su mujer Sara tendrá un hijo aún siendo estéril. Sara y Abraham se ríen y desconfían de que pueda realizarse el milagro, pero no obstante lo tendrían, puesto que para los seres del espacio aparentemente pocas cosas son imposibles. Por esta razón nació el tan esperado hijo que debería continuar el código genético evolutivo. Para comenzar, vamos a partir de un ejemplo de lo que a nuestro nivel de comprensión viene a ser un Dios (Elohim) como el que Abraham y Lot contactaron en su momento. Mediante inseminación artificial irían depositando en las hembras de distintos planetas que visitarían periódicamente con sus naves espaciales. A este respecto basta recordar el pasaje: “los hijos de los Dioses se juntaron con las hijas de los hombres y las fecundaron”.
Por otro lado, se intuye que Yavé informa a Abraham sobre sus planes para la destrucción de Sodoma y Gomorra. En este punto, Abraham intercede a favor de los habitantes de las dos ciudades. Según el Génesis: “Cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma, al atardecer, Lot se encontraba sentado a la puerta de la ciudad. Apenas los vio se levantó, fue a su encuentro, se prosternó rostro en tierra y les dijo: Os ruego, señores míos, que os dignéis venir a la casa de vuestro siervo para pasar en ella la noche y lavaros los pies. Por la mañana, una vez levantados, seguiréis vuestro camino. Pero ellos le respondieron: No, pasaremos la noche en la plaza. Más él insistió tanto que se fueron con él y se hospedaron en su casa. Les preparó un banquete, coció panes sin levadura y ellos comieron. Pero antes de que se acostasen, los hombres de la ciudad, los sodomitas, todo el pueblo, jóvenes y ancianos, sin excepción, cercaron la casa. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿dónde están esos hombres que han venido a ti esta noche?. Sácanoslos para que abusemos de ellos. Lot se presentó ante ellos a la entrada y, habiendo cerrado la puerta tras de sí, les dijo: os ruego, hermanos míos, que no cometáis tal maldad. Escuchad: Yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las voy a sacar fuera y haced con ellas como os parezca, mas no hagáis nada a estos hombres, pues han entrado a la sombra de mi tejado. Pero ellos le respondieron: ¡Quítate de ahí!, y se decían: vino este aquí como extranjero y quiere erigirse en juez; haremos contigo peor que con ellos. Le empujaron violentamente y se disponían a romper la puerta. Más los dos hombres sacaron su brazo, metieron a Lot con ellos en casa, cerrando la puerta e hirieron de ceguera a los hombres que estaban ante la puerta, desde el más joven hasta el más anciano, de modo que se esforzaron en vano y no encontraban la puerta”.
Lot era sobrino de Abraham. Partió con él desde Ur (Caldea) y acompañó a Abraham durante su etapa en Egipto. Y, por fin, se estableció con su familia en la parte oriental del valle del Jordán, cerca de Sodoma. Fue en la puerta de esta ciudad, donde Lot se entrevista con los dos ángeles enviados de Yavé. Lot los invita a cenar y a pasar la noche en su casa. Pero durante el sueño, los habitantes de la lujuriosa ciudad se acercaron a Lot pidiendo que les dejara a los seres del espacio para forzarles sexualmente. Lot, temeroso de la justicia de estos y de su reacción, les ofrece a sus propias hijas vírgenes, pero los sodomitas insisten y penetran en su casa. Entonces los extraterrestres se ponen delante del pueblo, y de sus cinturones metálicos brillantes sale un rayo cegador que los arroja al suelo, por lo que estos lujuriosos escapan despavoridos del recinto. En el Génesis continúa el relato: “Al despuntar el alba los ángeles daban prisa a Lot diciéndole: Levántate, toma contigo a tu mujer y a tus hijas que se encuentran aquí o de otro modo perecerás en el castigo de la ciudad. Después que le hubieron sacado fuera, uno de los ángeles le dijo: Ponte a salvo, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura; huye a la montaña para que no perezcas. Entonces Yavé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo. Y destruyó estas ciudades y toda la llanura, y todos los habitantes de las ciudades y toda la vegetación del suelo. Pero la mujer de Lot se volvió para mirar atrás y se convirtió en una estatua de sal”. Dentro de la investigación extraterrestre, estos textos bíblicos sobre la destrucción de Sodoma y Gomorra han suscitado múltiples polémicas y las más variadas opiniones de lo que allí pudo ocurrir y las causas que lo motivaron.
En el Éxodo se explica: “Yavhe les precedía de día en columna de nube para marcarles el camino, y en columna de fuego de noche para alumbrarles; así podían caminar tanto de día como de noche. La columna de nube no se apartó del pueblo de día, ni de noche la de fuego”. No es fácil escribir sobre un personaje de la talla de Moisés, sin caer seducido por la trascendente misión que este famoso contactado de la antigüedad protagonizó. Efectivamente, Moisés fue elegido para realizar una misión en que el pueblo de Israel es designado por Yavé para que sea la fuente de la Revelación. Se supone que los Elohim o extraterrestres vieron en los hebreos ciertas características que les hacían más propicios para una misión especial. A este respecto es de considerar que Noé, mediante su salvación de las aguas, se convirtió en el depositario del código genético de la nueva Humanidad postdiluviana. Así mismo, Abraham es designado para continuar esta misión. Posteriormente pasó a Isaac, después a Jacob, hasta llegar a José, que se estableció en Egipto.
Moisés, siguiendo las instrucciones de Yave, saca al pueblo judío de Egipto. Durante 40 años lo hace caminar por el desierto. En el Monte Sinaí, recibe las Tablas de la Ley, que pretendían establecer unas normas de comportamiento y servían para inculcarle al pueblo la idea de un Dios único. El posterior asentamiento de las Doce Tribus de Israel en la Tierra Prometida, obedece a un plan. Si observamos la ubicación geográfica de la Tierra Prometida, veremos que es paso obligado para todos los pueblos que querían ir de Oriente a Occidente y viceversa. Así, debido a esta circunstancia geográfica, el pueblo de Israel se convertía en el portavoz de la idea del Dios único para todos los pueblos y naciones. Diversos autores han tratado de situar el nacimiento de Moisés, bien en el seno de la raza hebrea, o bien en la egipcia, debido al tribalismo propio de todo colectivo. Es lógico que los judíos hicieran de Moisés un héroe nacional y por tanto, patriota, nacido y parido por una judía. Pero son varios los estudiosos que manifiestan un origen materno de Moisés dentro del pueblo egipcio, que a su vez lo desterró por haberles traicionado.
En el Éxodo también se dice: “Concibió la mujer y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses, pero no pudiendo ocultarlo ya por mas tiempo, tomó una cestita de papiro, la calafateó con betún y pez, metió en ella al niño y la puso entre los juncos de la orilla del río. La hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que pasaba. Bajó la hija del faraón a bañarse en el río, divisó la cestita entre los juncos y envió una criada suya para que la cogiera. Al abrirla vio que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: Es uno de los niños hebreos. Entonces dijo la hermana a la hija del faraón: ¿Quieres que yo vaya y llame una nodriza de entre las hebreas para que te crie este niño?... ¡Vete!, le contestó la hija del faraón. Fue pues la joven y llamó a la madre del niño, y la hija del faraón le dijo: Toma este niño y críamelo, que yo te pagaré. Tomó la mujer el niño y lo crió. El niño creció y ella lo llevó entonces a la hija del faraón, que lo tuvo por hijo y le llamó Moisés”. Curiosamente, esta historia del río y de la cesta se repite exactamente con los mismos detalles en la cultura china, así como en Mesopotamia con el rey Sargón de Agadé, que fue abandonado por su madre en el río, de igual manera que Moisés. Curiosamente, parece que en estos casos, así como en el de otros seres decisivos en la Historia, la paternidad de estos niños no tiene ninguna referencia.
Es sorprendente comprobar, como al igual que Jesús, Moisés desaparece de la historia durante el período de su juventud, sin que haya trascendido ningún acto relevante. Muy probablemente este tiempo de crecimiento está repleto de hechos, pero que son mantenidos en secreto. Pero la vida de estos personajes está siempre plagada de anécdotas que, como en el caso de Jesús, son recogidas por los textos que se han venido en llamar apócrifos. Desde estos textos, se comprende y se ve con otra lógica a los personajes, siendo su actuación menos simple, menos oscura y más profunda. En Egipto, y en el fondo de la pirámide de Keops se encuentra un transmisor, utilizado por el Hierofante, que en el principio se ubicaba en el vértice o cúspide de la misma y que servía para captar energía cósmica y como elemento de transmisión o de enseñanza de la dimensión superior extraterrestre hacia el hombre. El hierofante o gerofante, (el que hace aparecer lo sagrado) era un rango dentro de los sacerdotes de la antigua religión griega, concretamente el sumo sacerdote del culto de Eleusis en el Ática así como los de otros cultos mistéricos. Se le consideraba un intérprete de los misterios sagrados y era el encargado de instruir a los iniciados en dichos misterios. Sirviendo al Hierofante existía una casta sacerdotal, que adoraba al Sol. Y que tenía la misión de interpretar los símbolos o las señales que se canalizaban a través de este transmisor de altísimas y sutiles frecuencias. Los sacerdotes habían conservado el antiguo conocimiento del Templo de Poseidón, que presidía la evolución de la sumergida Atlántida. Antes de desaparecer ésta, Hermes Trimegisto, junto con otros supervivientes de la catástrofe, trajo las Enseñanzas. Generación tras generación, los encargados y custodios del culto, rememoraban los antiguos días de esplendor, cuando los atlantes vivían en un paraíso de cultura y sabiduría.
Moisés se sirvió del Arca de la Alianza, puesto que en su interior se encontraba un tipo de radio‑transmisor para comunicarse con los seres extraterrestres. Cuando Moisés se hizo mayor, vio un día como un egipcio golpeaba a un hebreo. No pudiéndose aguantar, Moisés mató al egipcio y lo ocultó en la arena. Al enterarse el Faraón de este hecho, buscó a Moisés para matarlo. Entonces Moisés huyó al país de Madián. Allí conoció a Jetró y se desposó con su hija Séfora. En el Éxodo leemos: “Moisés era pastor del rebano de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de Yavé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: voy a acercarme para ver este extraño caso: porque no se consume la zarza. Cuando vio Yavé que Moises se acercaba para mirar, le llamó en medio de la zarza; diciendo: ¡Moisés! ¡Moisés!. Él respondió: heme aquí. Y le dijo: No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada. Y añadió: Yo soy el Dios de tu Padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios”.
De este texto se desprenden datos que necesariamente nos hacen reflexionar. Por un lado, el ángel de Yavé era absolutamente material, y por lo tanto visto y sentido por Moisés, que le ve rodeado de luz. Extraterrestres luminosos, a semejanza de este pasaje bíblico, son fotografiados en pleno siglo XX como prueba fehaciente de lo que pudo ver Moisés. Entre ellos figuran los famosos extraterrestres nocturnos, fotografiados por Güchi Shiota en Kawanoe (Japón), donde se puede apreciar sus figuras rodeadas de una luminosidad próxima a la gama producida por el fuego, así como la barrera magnética protectora con la que se rodean los pilotos del espacio en sus incursiones y paseos por la Tierra. Por otro lado, afirmar que estaba ardiendo la llama y no se consumía es la mejor forma de explicar para aquella cultura, un fenómeno de naturaleza lumínica o electromagnética. El ángel de Yavé es, desde luego, físico, puesto que pronuncia palabras. Cuando Moisés es advertido de que debe descalzarse, es porque este hecho está relacionado con el electromagnetismo humano. Se ha dicho al respecto, que el hombre es un terminal energético de cuanto vibra y existe en todo el Cosmos, siendo su polaridad positiva las manos y la negativa los pies. Es decir, las imágenes con las manos dirigidas al cielo nos trae la idea del pararrayos que capta la energía, mientras que los pies podrían ser la toma de tierra, donde descarga esta energía. Para que Moisés fuera perfectamente influenciado por esta energía producida por la presencia del extraterrestre, se requería de su disponibilidad al respecto. De ahí que el canal energético pasara por sus manos, sus pies y su cabeza, uniéndose con la emanación de la energía del propio ángel extraterrestre.
Veamos el significado de la frase del Éxodo: ·”Yavé iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche”. Se observa que Yavé era perfectamente visible, único y tangible. Así mismo, la nube tiene un comportamiento inteligente, por lo que parece que se trata de una nave espacial. También se dice en el Éxodo: “Se puso en marcha el ángel de Yavé que iba al frente del ejército de Israel y pasó a retaguardia. También la columna de nube delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió la noche sin que pudieran trabar contacto unos con otros”. La nube, que sigue teniendo un comportamiento inteligente, es referenciada como un ángel. Y el Éxodo continúa: “Llegada la vigilia matutina, miró Yavé desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró la confusión en el ejército egipcio. Trastornó las ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad”. Una nueva tecnología se pone ahora en marcha por parte de la nave, que posiblemente ioniza el aire provocando vapor y engañando a sus enemigos. Al mismo tiempo probablemente magnetiza las ruedas de los carros para impedir su persecución. Lo mismo ocurre actualmente con los ovnis, con paradas de los motores de automóviles.
Y continúa el Éxodo: “Dijo Yavé a Moisés: Mira, voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre...”. De lo que se deduce que Yavé requiere de un vehículo volate para mostrarse y, además, emplea la palabra, por lo que se trata de un ser tangible y no de un espíritu o fantasma. Y añade: “Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso sonar de trompeta...”. Aquí vemos nuevas manifestaciones electromagnéticas, acompañadas de elementos sonoros, posiblemente dirigidas a impresionar a un pueblo ignorante. Hay que entender que aquellos sencillos hombres no concebían en su tiempo ningún tipo de actividad celeste, que no fueran los fenómenos naturales u originados por los Dioses, motivo por el que atribuían a estas manifestaciones connotaciones divinas, puesto que no entraban en sus esquemas mentales. Y el Éxodo prosigue: “La gloria de Yavé descansó sobre el monte Sinai y la nube lo cubrió por seis días...”. Evidentemente se trata de una nave espacial de grandísimas dimensiones, capaz de cubrir todo un monte. “La gloria de Yavé aparecía a la vista de los hijos de Israel, como fuego devorador sobre la cumbre del monte. Moisés entró dentro de la nube y subió al monte...”. Que sepamos, no existe ninguna nube que sea tan espesa y opaca como para sustentar a un ser vivo, sin caer a tierra.
“Moisés extendió después su mano sobre el mar y Yavé, por medio de un recio viento solano, empujó al mar, dejándolo seco y dividiendo las aguas. Los hijos de Israel penetraron en medio del mar en seco mientras las aguas formaban como una muralla a ambos lados”. Este es el “milagro” más comentado por la cultura antigua y la demostración del poder de Yavé. No es muy fácil, evidentemente, que las aguas de un mar se abran para que pase un pueblo, pero sí lo es para una tecnología superior. Dos naves, de un tamaño impresionante, fueron las que causaron el citado milagro. Continuando con el Éxodo: “Yavé dijo a Moisés: Mira, yo haré llover sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley”. La lluvia del famoso maná sobre los israelitas en el desierto, es una experiencia también explicada por el contactado Enrique Castillo, ingeniero colombiano, que, según afirmó, el día 8 de Noviembre de 1.973 fue llevado dentro de una nave y le dieron a comer una especie de palomitas de maíz de alto contenido energético. Los extraterrestres le dijeron que esto fue con lo que alimentaron al pueblo judío durante 40 años en el desierto. Por otro lado, un equipo de nueve hombres, que representaban al cuerpo Especial de Investigación de Ovnis con base en Tokio, encabezado por Kozo Kawai, un ingeniero japonés, llegó a Sudán en busca de un grupo de refugiados de Etiopía que, afirman los japoneses, recibió alimentos de un objeto volador no identificado, cuando cruzaban a pie la frontera sudanesa durante una noche de Navidad.
“Harás un Arca de madera de acacia, dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto. La cubrirás de oro puro, por dentro y por fuera, y en torno de ella pondrás una moldura de oro. Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en los cuatro ángulos, dos de un lado, dos de otro. Harás unas barras de madera de acacia, y las cubrirás de oro, y las pasarás por los anillos de los lados del Arca para que pueda llevarse. Harás un propiciatorio de oro puro. Pondrás el propiciatorio sobre el Arca, encerrando en ella el testimonio que yo te daré. Allí me revelaré a ti”. De la lectura de esta frase y, especialmente, de las palabras finales “Allí me revelaré a ti”, se desprende la lógica conclusión de que estamos ante un transmisor más o menos convencional, que, claro está, que para aquellos antiguos sería en cualquier caso milagroso. “Mira bien y hazlo fabricar, según el diseño que se te ha propuesto en el monte”. De lo que se deduce que hubo un diálogo a nivel humano, con medidas y formas capaces de ser entendidas por Moisés. Todos los indicios escritos en relación al Arca de la Alianza confirman que se trataba de un transmisor con un poderoso generador de energía capaz de producir, en ciertos momentos, calamidades a quien se acercaba a ella sin saber de sus características.
Tal es el caso de los filisteos que, cuando la capturaron, produjo entre sus filas caídas de cabello, vómitos e incluso la muerte, hasta que por fin la devolvieron al pueblo hebreo, por haberles causado tantas desgracias. Algunos autores contemporáneos, consideran el Arca de la Alianza como un tipo de pila atómica capaz de generar una prodigiosa energía que, según se nos indica, producía llagas y enfermedades propias de una afección atómica moderna. Pero probablemente era energía de naturaleza electromagnética o solar. Sabemos que las formas de desplazamiento de los ovnis tienen como factor común la aplicación de energía electromagnética. En el Deuteronomio se dice: “No ha vuelto a surgir en Israel profeta semejante a Moisés, con el cual Yavé había tratado cara a cara, ni en cuanto a los milagros y portentos que, por voluntad de Yavé, realizó en la tierra de Egipto contra el Faraón, sus servidores y todo su territorio, ni en cuanto a su mano poderosa y tantos y tremendos prodigios como hizo Moisés a los ojos de todo Israel”. Rotundo y definitivo este versículo bíblico a la hora de describirnos como se había desarrollado el contacto entre Yavé y Moisés durante toda la misión de éste con el pueblo de Israel. El versículo afirma que Yavé había tratado cara a cara. Con Moisés. Hoy la historia se repite y los extraterrestres siguen contactando cara a cara con los personajes que ellos consideran adecuados a sus desconocidos fines. Hemos visto como Moisés es el encargado de preservar a un pueblo con una determinada genética, para inculcarle la idea del Dios único. Así mismo, en un transcendental momento. en el monte Sinaí, le fueron entregadas las Tablas de la Ley, que pretendías dotarnos de unas normas de comportamiento.
En la actualidad están ocurriendo una serie de hechos que podrían tener unas claras connotaciones con la experiencia vivida en su tiempo por personajes como Noé, Abraham o Moisés. Pero ahora el colectivo extraterrestre podría estar operando tal vez con distinta metodología, aunque el fin a perseguir fuera el mismo. Durante cierto tiempo, en estos últimos años y a diversos niveles, se han llevado en EE.UU. investigaciones serias sobre extrañas manipulaciones, robos y mutilaciones de animales después de la visualización de OVNIs en la zona. Todo esto, nos podría llevar a una pregunta: ¿No se estará repitiendo lo del Arca de Noé?. Sería posible que las civilizaciones extraterrenas que nos visitan, estuviesen aislando, protegiendo y transportando especies animales, plantas e incluso hombres a otros planetas o a naves nodriza. Probablemente ante el riesgo de una nueva gran catástrofe mundial, en la que las posibilidades de supervivencia de cualquier ser vivo sobre este planeta fuesen mínimas. Revisando la casuística y la fenomenología de sus intervenciones, se podría decir que, probablemente, los adelantos biológicos aplicados por estos extraterrestres en sus laboratorios intentarían preservar dichas especies guardando muestras de ADN. Pero esto es solo una elucubración.
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